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ANALISIS LITERARIO POEMA “EL AMENAZADO” DE JORGE LUIS BORGES

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.

Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.

La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.

¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?

Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.

Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.

Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.

Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.

Ya los ejércitos me cercan, las hordas.

(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)

El nombre de una mujer me delata.

Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Abordar el análisis literario de un poema de Borges, es una osadía, solamente justificada por el entusiasmo que provoca su lectura. Este trabajo no pretende ingresar en cuestiones de gran profundidad teórica porque otros ya han realizado esa tarea con resultados que probablemente no serían mejorados. Nuestra intención es la de abrazar el poema desde el punto de vista estético, apreciar su gran fuerza literaria y formular consideraciones sobre su belleza lírica.

Borges ha planteado una cuestión fundamental en esta obra, y es el frecuente temor que provoca el sentimiento más sublime que puede experimentar un ser humano: el amor.

Ya se habrá advertido que el amor, visto desde una perspectiva romántica, es capaz de proveerle ventura al ser humano. Sin embargo, ni bien se empieza a teorizar o filosofar sobre el mismo, o a racionalizar sus orígenes, causas y consecuencias, el optimismo decae. Cuando se mira el amor a contraluz, se corre el riesgo de encontrar particularidades que producen fundados temores.

1) Ingresando en materia, habría que partir por el título para comprender el sentido de la obra: El Amenazado. Vocablo en español cuyo significado tiene una connotación negativa, lo que nos permite ver que Borges tenía una visión fatalista sobre el enamoramiento. No es una cuestión extraña, sin embargo, si nos remitimos a la filosofía y acompañamos este análisis con José Ortega y Gasset, veremos que ya nos advertía al respecto. En su libro Estudios sobre el amor, publicado inicialmente en 1939, se realizan afirmaciones con un temperamento similar.

Veamos:

El enamoramiento es un estado inferior del espíritu, una especie de imbecilidad transitoria.

Con estas consideraciones filosóficas, Ortega y Gasset, pone en evidencia lo que Borges expresa en su prosa lírica. Es probable que el poeta argentino haya conocido bastante bien sobre esta materia. En alguna entrevista ha sostenido que se recordaba a sí mismo, enamorado desde siempre y que diferentes mujeres marcaron su vida en forma muy significativa, en consecuencia el amor fue una constante. A pesar de ello, o precisamente por eso, conocía el poder devastador que tiene éste sentimiento cuando se instala en la vida de las personas. Es así que plantea la metáfora siguiente:

Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.

La racionalización que formulan ambos, sobre nuestro objeto de estudio, no es ajena a cuestiones de similar naturaleza, planteadas por otros escritores e intelectuales en sus obras. Cortázar, por ejemplo, ha escrito (o descrito) de manera magistral, en su obra “Rayuela”, lo siguiente:

“Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.”

“Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto”

2) Ahora bien, respecto a la ruptura que provoca el amor respecto a la cotidianeidad, la fractura de la rutina, del decurso regular que tiene el ser humano en su vida antes del amor, existe de parte del autor una construcción profundamente personal y que bien refleja sus sentimientos. Es una protesta en forma de cuestionamiento, es un reclamo desde quien fue en el pasado, hasta ese alguien que es en el presente:

La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?

Para continuar con Ortega y Gasset, y respaldar nuestro análisis con sus aseveraciones, es oportuno citar el siguiente párrafo: Cuando hemos caído en ese estado de angostura mental, de angina psíquica que es el enamoramiento, estamos perdidos. En los primeros días, aún podemos luchar; pero cuando la desproporción entre la atención prestada al ser amado y al resto de seres pasa de cierta medida, no está ya en nuestra mano detener el proceso.

3) Avanzamos en el poema de Borges para hablar de esa transmutación que sufren los sentidos en relación a tiempo y espacio, cuando el amor toca la puerta. El autor traduce esa alteración y traslada al lenguaje poético para convertirla en una de las sentencias más potentes de esta obra literaria, a saber:

Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.

No existen matices intermedios, cuando se trata del amor. El amor es materia, es tiempo y es espacio. Borges, en alguna entrevista concedida a un medio televisivo, señaló que, a diferencia de la amistad que puede sobrevivir y más bien nutrirse en la distancia, el amor requiere de periodicidad, de contacto, el amor se alimenta de las cosas diarias, de los detalles constantes, de la palabras, y también su ausencia provoca inanición y angustia. La fórmula borgiana, está magistralmente lograda, la presencia del ser amado es el todo y su ausencia es la nada, pero además, esa presencia o ausencia redefine el concepto del tiempo y su medida.

A contrario sensu, del planteamiento poético que se caracteriza por su estética, y que hace posible expresar los conceptos más elevados o aún los más tristes, los fatales o los más perversos, en dulces palabras, adviértase cómo, por su parte, Ortega y Gasset es implacable a la hora de tratar exactamente el mismo asunto. El enamoramiento, en su iniciación es una atención anómalamente detenida en otra persona. A fuerza de sobar con la atención un objeto, de fijarse en él, éste adquiere para la conciencia una fuerza de realidad incomparable. Existe a toda hora para nosotros. Está siempre ahí. Los demás seres serán poco a poco desalojados de la conciencia. Este exclusivismo dota al objeto favorecido de cualidades portentosas.

4) La siguiente parte del poema, plantea un nuevo orden de cosas, tienen relación con el tiempo pero están ligadas a una dimensión personalísima del autor. Para desarrollarlas, Borges plantea conceptos que para ser descifrados se debe atender a su origen. Esa intertextualidad ha sido estudiada en un trabajo que pertenece al lingüista español Francisco A. Marcos Marín, publicado en el año 2001 bajo el título de La creación textual: Un poema de Borges. Antes bien, citemos la parte que será aludida.

Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.

Respecto a este fragmento, el profesor Marín señala que su origen se encuentra en el libro bíblico de Eclesiastés, específicamente en el capítulo 12, con clara alusión a la edad y el peso que tiene la misma en la vida del hombre. El poema que nos ocupa fue publicado en la obra El oro de los tigres, el año 1972, vale decir, cuando Borges tenía 73 años, situación que le imponía un claro límite a sus posibilidades en relación al amor. “Ya el canto se quiebra sobre la fuente” implica el temor a la muerte. Los rigores de la edad están inmersos en aquella parte que señala “…Ya el hombre se levanta a la voz del ave”. Según Marín, existe una expresa relación entre la ceguera del poeta y la sentencia: “…ya se han oscurecido los que miran por las ventanas”. Los tres elementos, como se dijo antes, hacen parte del capítulo bíblico.

4) Lo que continúa, debe ser asumido como una parte fundamental del poema: Es la resignación convertida en conformidad y aceptada mediante la formulación de una paradoja:

Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.

5) Finalmente, y para cerrar la admirable pieza literaria, Borges concluye con el reconocimiento de su condición en una construcción poética a la que nada hay que agregar, no requiere análisis alguno, ante ella sólo queda confesarnos como irrenunciables admiradores de Borges, desde siempre y hasta siempre:

El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Bernard Gutiérrez Sanz

/ Literatura

Comentarios (2)

  1. Gabriela :

    Me fascinó, excelente análisis

    • admin :

      Muchas gracias por ese comentario tan generoso, saludos cordiales, Gabriela.

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